Me despierto, recordando vívidamente un sueño con Sai Baba. Entre en una
habitación de una casa, Sai Baba estaba acostado en la parte baja de una
litera, que estaba al lado de una ventana por donde entraba mucha luz.
Cuando me vio, se levanto y me abrazo, mientras estábamos abrazados le conté
mis dificultades físico-espirituales, pero él no le prestó atención a lo que decía,
como si no tuvieran ninguna importancia o no me escuchara, o como si estuviera
hablando conmigo mismo.
Se acuesta de nuevo y se duerme o eso me pareció, así que fui a la habitación
de al lado, donde habían varios hombres vestidos de blanco con los que establecí
una conversación como si fuéramos amigos de siempre. La habitación tenía varias
ventanas por donde entraba mucha luz y las paredes estaban pintadas de azul
celeste.
Mientras hablo con ellos, oigo mi móvil sonar en la habitación de Swami, así
que voy corriendo para allí, pero el móvil que sonaba era el de Swami (que dormía),
que estaba dentro de una funda, lo saco y era una llamada pidiéndole ayuda, no
conteste por respeto y reverencia, ya que era una llamada para Swami. Así que volví
a meter el móvil que sonaba en la funda que tenía y lo deje sobre el mueble.
Volví a la habitación donde estaba hablando con los amigos de blanco, preguntándome
como el móvil de Swami había sonado con el sonido único de mi alarma, le
pregunte a mis amigos, pero ninguno pudo aclararme el misterio.
Después de un rato oigo fuertemente la voz de Swami, diciendo: "Todos
somos uno, podías haber cogido el teléfono y ayudar".
Me di cuenta de que no había cogido el teléfono, ya que no era para mí la
llamada y por respeto a Swami no había acudido a ayudar al que lo llamaba.
Había incurrido en errores de percepción al establecer diferencias entre
nosotros. "Todos somos uno" dijo.
Era una respuesta, una enseñanza de actitud, para cuando seres necesitados pedían
ayuda y les decía que rezaran a Dios. Dios está en cada uno de nosotros, viviendo
y actuando a través de cada uno de nosotros.